Brasilia – DF, Brasil, 09 a 14 de agosto de 2019
Si hieren nuestra existencia, seremos resistencia
Nosotras, 2,000 mujeres de más de 100 diferentes pueblos indígenas, representantes de todas las regiones de Brasil, reunidas en Brasilia (DF) entre el 10 al 14 de agosto de 2019, concebimos colectivamente ese gran encuentro marcado por la realización de nuestro 1° Foro y 1° Marcha de las Mujeres Indígenas, queremos decir al mundo que estamos en permanente proceso de lucha y defensa del “Territorio: nuestro cuerpo, nuestro espíritu”. Y para que nuestras voces produzcan eco en todo el mundo, reafirmamos nuestras demandas.
Como mujeres, líderes y guerreras, generadoras y protectoras de la vida, nos posicionamos y luchamos contra las agresiones y violaciones que enfrentan nuestros cuerpos, nuestros espíritus, nuestros territorios. Difundiendo nuestras semillas, nuestros rituales, nuestra lengua, garantizaremos nuestra existencia.
La Marcha de las mujeres indígenas fue pensada como un proceso, iniciado en 2015, de formación y empoderamiento de las mujeres indígenas. A lo largo de estos años dialogamos con mujeres de diversos movimientos y nos dimos cuenta que nuestro movimiento posee una especificidad que nos gustaría que fuese comprendida. El movimiento producido por nuestra danza de lucha, considera la necesidad del regreso a la complementariedad entre lo femenino y lo masculino, sin conferir una esencia para el hombre y para la mujer. El machismo es más una epidemia traída por los europeos. Así, lo que es considerado violencia por las mujeres no indígenas puede no ser considerado de la misma forma por nosotras. Eso no significa que cerraremos nuestros ojos a las violencias que reconocemos que acontecen en nuestras aldeas, pero que sí debemos de tener en cuenta, y el propósito es exactamente contrarrestar, problematizar y construir reflexiones críticas sobre las prácticas cotidianas y formas de organización política contemporáneas entre nosotras. Necesitamos dialogar y fortalecer la potencia de las mujeres indígenas, retomando nuestros valores y memorias matriarcales para poder avanzar en nuestras demandas sociales relacionadas a nuestros territorios.
Nos oponemos totalmente a las narrativas, a los propósitos, y a las acciones del actual gobierno, quien ha dejado clara su intención de exterminio de los pueblos indígenas, apuntando a la invasión y explotación genocida de nuestros territorios por el capital. Esa forma de gobernar es como arrancar un árbol de la tierra, dejando sus raíces expuestas hasta que se sequen. Nosotras estamos arraigadas a la tierra, pues es en ella que buscamos a nuestros ancestros y por ella que alimentamos nuestra vida. Por eso, el territorio no es para nosotras y nosotros un bien que puede ser vendido, intercambiado, explotado. El territorio es nuestra propia vida, nuestro cuerpo, nuestro espíritu.
Luchar por los derechos de nuestros territorios es luchar por nuestro derecho a la vida. La vida y el territorio son la misma cosa, pues la tierra nos da nuestro alimento, nuestra medicina tradicional, nuestra salud y nuestra dignidad. Perder nuestro territorio es perder a nuestra madre. Quien tiene territorio, tiene madre, tiene protección. Y quien tiene protección, tiene cura.
Cuando cuidamos nuestros territorios, lo que naturalmente ya es parte de nuestra cultura, estamos garantizando el bien de todo el planeta, pues cuidamos los bosques, el aire, los suelos. La mayor parte de la biodiversidad del mundo está bajo el cuidado de los pueblos indígenas y, así, contribuimos para sustentar la vida en la Tierra.
La libertad de expresión en nuestras propias lenguas, es también fundamental para nosotras. Muchas de nuestras lenguas siguen vivas. Han resistido las violencias coloniales que nos obligaron al uso de una lengua extranjera, y a la pérdida de nuestras propias formas de expresar nuestras vivencias. Nosotras mujeres tenemos un papel significativo en la transmisión de la fuerza de nuestros saberes ancestrales por medio de la transmisión de la lengua.
Queremos que sea respetada nuestra forma de ver, sentir, de ser y de vivir el territorio. Sepan que, para nosotras, la pérdida del territorio es una pérdida afectiva, nos trae una profunda tristeza, hiere nuestro espíritu. El sentimiento de violación de la tierra es como el de una madre que pierde a su hijo. Es desperdicio de la vida. Significa pérdida de respeto y de la cultura. Es una deshonra a nuestros antepasados, que fueron responsables por la creación de todo. Es una falta de respeto para aquellos y aquellas que murieron por defender la tierra. Es la pérdida de lo sagrado y del sentido de la vida misma.
Así, todo lo que ha defendiendo y realizado el actual gobierno agrede frontalmente esta forma de protección y cuidado de la Madre Tierra, aniquilando los derechos que, con mucha lucha, nosotras y nosotros conquistamos. La no demarcación de tierras indígenas, el estímulo para la liberación de la minería y de la renta de las tierras, la tentativa de flexibilizar las leyes de protección ambiental, el financiamiento de armamento en el campo, la destrucción de políticas indigenistas y ambientales, demuestran eso.
Nuestro deber como mujeres indígenas y como líderes, es fortalecer y valorar nuestro conocimiento tradicional, cuidar nuestros saberes, nuestra ancestralidad y cultura, conociendo y defendiendo nuestro derecho, honrando la memoria de las mujeres que vinieron antes que nosotras. Es saber luchar de nuestra manera para potencializar la práctica de nuestra espiritualidad, y rechazar todo lo que atenta contra nuestras existencias.
Por todo esto, y a partir de las redes que tejemos en este encuentro, nosotras le decimos al mundo que lucharemos incansablemente para:
1. Garantizar la demarcación de territorios indígenas, pues violar nuestra madre tierra es violentar a nuestro cuerpo y nuestra vida.
2. Asegurar nuestro derecho a la posesión plena de nuestros territorios, defendiéndolos y exigiendo al Estado brasileño que prohíba la explotación minera, que nos envenena con mercurio y otras sustancias tóxicas, la renta de tierras y la ambición del agronegocio y las invasiones ilegales que roban nuestros recursos naturales y los utilizan únicamente para lucrar, sin preocuparse por preservar la vida en el planeta;
3. Garantizar el derecho irrestricto a recibir servicios de salud específicos para nuestros pueblos, con el mantenimiento y la evaluación del Subsistema y de la Secretaria Especial de Salud Indígena (SESAI). Luchamos y seguiremos luchando por los servicios públicos ofrecidos por el Sistema Único de Salud (SUS) y por el mantenimiento y la evaluación de la Política Nacional de Atención a la Salud de nuestros pueblos, sea en nuestros territorios o en contextos urbanos.
No aceptamos la privatización, la municipalización o la estatalización de los servicios de salud de nuestros pueblos.
Luchamos y lucharemos para que la gestión de la SESAI sea ejercida por profesionales que reúnan las capacidades técnicas y políticas para comprender las especificidades implicadas en la prestación de servicios de salud de los pueblos indígenas. No basta tener a una indígena al frente de este organismo público. Es preciso garantizarnos una gestión sensible a todos los aspectos que nos son importantes en el ámbito de la salud, respetando nuestras prácticas tradicionales de promoción de la salud, nuestras medicinas tradicionales, nuestras parteras y nuestras formas de practicar los partos naturales, así como los saberes de nuestros líderes espirituales. Conforme a nuestras ciencias indígenas, la salud no proviene solamente de la prescripción de principios activos, la cura es resultado de interacciones subjetivas, emocionales, culturales y fundamentalmente espirituales.
4. Reivindicar al Supremo Tribunal Federal (STF), que no permita, ni legitime ninguna reinterpretación retrógrada y restrictiva del derecho originario sobre nuestras tierras tradicionales. Esperamos que, en el juicio del Recurso Extraordinario 1.017.365, relacionado al caso “Terra Indígena Ibirama Laklanõ do povo Xokleng” considerado de Repercusión General, el STF reafirme la interpretación de la Constitución brasileira de acuerdo con la tesis “do Indigenato” (Direito Originário) y que excluya definitivamente, cualquier posibilidad de bienvenida de la “tese do Fato Indígena” (Marco Temporal);
5. Exigir a todo el Poder Judicial que, en el ámbito de igualdad de todos ante la ley, haga valer nuestro derecho a la diferencia y, por tanto, nuestro derecho de acceso a la justica. Garantizar una sociedad justa y democrática significa asegurar el derecho a la diversidad, también previsto en la Constitución. Exigimos el respeto a los tratados internacionales firmados por Brasil, que incluyen, entre otros, el artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las Convenciones de la Diversidad Cultural, Biológica y el Clima, la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y la Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas;
6. Promover el incremento de la representatividad de las mujeres indígenas en los espacios políticos, dentro y fuera de las aldeas, y en todos los escenarios que sean importantes para la implementación de nuestros derechos. No basta reconocer nuestras narrativas, es preciso reconocer a las narradoras. Nuestros cuerpos y nuestros espíritus tienen que estar presentes en los espacios de decisión.
7. Combatir la discriminación de los indígenas en los espacios de decisión, especialmente de las mujeres, que son víctimas no sólo del racismo, sino también de machismo;
8. Defender el derecho de todos los seres humanos de una alimentación saludable, sin agrotóxicos, y nutrida por el espíritu de la madre tierra;
9. Asegurar el derecho a una educación diferenciada para nuestros niños y niñas y jóvenes, que sea de calidad y que respete nuestras lenguas y valore nuestras tradiciones. Exigimos la implementación de las 25 propuestas de la segunda “Conferência Nacional e dos territórios etnoeducacionais”, el restablecimiento de las condiciones y espacios institucionales, como la “Coordenação Geral de Educação Escolar Indígena” en la estructura administrativa del Ministerio de la Educación para asegurar nuestra incidencia en la formulación de la política de educación escolar indígena y atendiendo nuestras demandas que involucran, la mejoría de la infraestructura de las escuelas indígenas, la formación y contratación de profesores indígenas, y la elaboración de material didáctico diferenciado o contextualizado culturalmente.
10. Garantizar una política pública indigenista que contribuya efectivamente para la promoción, el fomento, y la garantía nuestros derechos, que planeé, implemente y monitoree de forma participativa, en diálogo con nuestras organizaciones, acciones que consideren nuestras diversidades y las demandas prioritarias del Movimiento Indígena;
11. Reafirmar la necesidad de una legislación específica que combata la violencia contra la mujer indígena, contextualizada a la realidad de nuestros pueblos. Las políticas públicas necesitan ser guiadas en las especificidades, diversidades, y por el contexto social de cada pueblo, respetando nuestros conceptos de familia, educación, fases de la vida, trabajo y pobreza.
12. Dar seguimiento al empoderamiento de las mujeres indígenas por medio de la información, formación y sensibilización de nuestros derechos, garantizando el pleno acceso de las mujeres indígenas a la educación formal (nivel básico, medio y superior u universitario) a fin de promover y valorizar también los conocimientos indígenas de las mujeres;
13. Fortalecer el movimiento indígena, agregando conocimientos de género y generacionales;
14. Combatir de forma irreductible e innegociable, posiciones racistas y anti-indígenas. Exigimos el fin de la violencia, de la criminalización y discriminación contra nuestros pueblos y líderes, practicadas inclusive por agentes públicos, asegurando el castigo de los responsables, la reparación de los daños causados y comprometiendo a instancias de gobierno en la protección de nuestras vidas.
Por último, reafirmamos nuestro compromiso de fortalecer las alianzas con mujeres de todos los sectores de la sociedad en Brasil y en el mundo, del campo y de la ciudad, de los bosques y selvas y de las aguas, que también son atacadas en sus derechos y formas de existencia.
Tenemos la responsabilidad de plantar, transmitir, trascender, y compartir nuestros conocimientos, así como hicieron nuestros ancestros femeninos, y todos los que nos antecedieron, contribuyendo para que fortalezcamos, juntas y en pie de igualdad con los hombres, que fueron concebidos por nosotras, nuestro poder de lucha, de decisión, de representación, y de cuidado para con nuestros territorios.
Somos responsables por la fecundación y protección de nuestro suelo sagrado. Seremos siempre guerreras en defensa de la existencia de nuestros pueblos y de la Madre Tierra.
Brasilia, D.F., 14 de agosto del 2019.