¡Estamos aquí, estamos para ti y todos somos uno!

Querida Pacha Mama, generosa Madre Tierra,

Estamos aquí reunidos en este acto para reafirmar una vez más nuestro compromiso y voluntad de defenderte hasta el último de nuestros suspiros.

En este Día de la Tierra, que se celebra cada 22 de abril, recordamos lo generoso que eres, cuánta abundancia brindas y cuántos regalos les ofreces a tus hijos e hijas.

Hablamos en nombre de quienes te entienden como un ecosistema integrado, en el que las dimensiones física, biológica, espiritual y energética de nuestras vidas bailan de manera armónica, permitiendo que una infinidad de seres disfruten de tu trabajo.

Hablamos en nombre de aquellos que tienen una conexión más íntima contigo – los indígenas, los ribereños, los quilombolas, los asentados, los nacidos y criados en poblaciones tradicionales – y que están acostumbrados a los ciclos de siembra y cosecha, que requiere compromiso de nosotros, trabajo duro, respeto por la naturaleza y sabiduría.

Actualmente nos enfrentamos a un gran desafío: una pandemia de proporciones mundiales, provocada por la forma descuidada y pretenciosa con que tratamos su creación.

Esta pandemia se está apoderando de nuestros seres queridos, pero no solo: está cambiando nuestra economía, nuestra política y el funcionamiento de la sociedad que elegimos ser hace unos siglos.
Ya entendemos que el capitalismo no trae las respuestas que queremos y las soluciones que necesitamos, y por eso necesita ser reemplazado por otra forma de ver la existencia.

Excavamos en busca de oro y minerales, destruyendo todo lo que nos rodea como si no hubiera un mañana, y siempre lo hay;

Quemamos raíces, ramas y troncos, dejando cenizas y restos carbonizados donde solía estar el color y la vida;
Permitimos que nuestros santuarios naturales sean invadidos y destrozados, provocando profundas heridas en tu piel;
Contaminamos las aguas, faltando el respeto a los ríos, lagos, mares y océanos, así como a todos los seres que dependen de ellos;

Exterminamos polinizadores y lanzamos gases que condenan toda vida.

las señales de nuestra mala actitud son evidentes: el clima ha cambiado; a muchos les falta agua; la respiración es difícil en varios lugares; los frutos son escasos; y muchos de nuestros pueblos se ven obligados a desplazarse en busca de víveres y mejores condiciones de vida;

Pero te pedimos, Madre Generosa que sana, no te rindas con nosotros.

Perdona a quienes aún no han comprendido la fuerza de lo sagrado femenino, la energía de las mujeres y los aportes que aportan a nuestras luchas y vidas;

Perdona a los que todavía defienden la supremacía del hombre sobre todas las demás formas de vida, sin comprender que cada animal, cada planta, cada río o cascada, cada valle o montaña, cada bosque o cada sabana, tiene su razón de ser;

Perdona a tus hijos que aún no han entendido que todos somos uno y que todo está relacionado;

Perdona a tus hijos que aún no han entendido que la vida transcurre en ciclos, no hay buena fortuna que no cobre su precio, y no hay tiempo de abundancia sin periodo de escasez. Por tanto, el equilibrio es fundamental.

En este momento, con esta carta:

Te prometemos con la fuerza de nuestras maracas, genipapo y achiote, luchar integralmente por la vida; haciendo de nuestros cuerpos árboles de nuestros pisos, las últimas fronteras en la lucha por la vida.

Querida madre,

Acepta las peticiones de tus hijos que saben que sin ti nada brota y nada crece.

Ayúdanos a concebir un pensamiento descolonial colectivo, más cercano a tus demandas, más horizontal en sus visiones, que valore adecuadamente todas tus manifestaciones.

Solo tú conoces el futuro que estamos haciendo por merecer.

Pero confiamos en tu amor y tu generosidad para guiarnos hacia una transformación reparadora que aliviará el sufrimiento y curará las heridas.

Te pedimos compasión y un poco más de paciencia.

¡Estamos aquí, estamos para ti y todos somos uno!